Manifiesto fundacional del Partido Socialista Obrero Español
Nos encontramos ante un fragmento del “Manifiesto fundacional del Partido Socialista Obrero Español” y por lo tanto ante una fuente primaria, circunstancial, histórica de carácter político aunque también social y económico, ya que nos encontramos ante el manifiesto de un partido cuyo principal objetivo será la implantación de un sistema económico, social y político totalmente novedoso: el marxismo.
Fue escrito el 20 de julio de 1879 por un conjunto de veinticinco personas (tipógrafos), en Madrid, entre los que se encontraba Pablo Iglesias fundador del PSOE así como del sindicato denominado UGT. El destinatario se puede considerar que es toda la nación española ya que el manifiesto es publicado con el fin de que, precisamente, la población conozca su programa.
Este texto se puede dividir en dos partes:
- En la primera parte se justifica la necesidad del nacimiento de un nuevo partido político: estaban en una sociedad injusta, con un proletario sometido a la burguesía que posee todo el poder político y económico.
- En la segunda parte se muestra el programa político y por lo tanto los objetivos del nuevo partido: conseguir el poder para la clase trabajadora, abolir la propiedad privada de los medios de producción así como el fin de todas las clases sociales todo lo cual llevará a la nación a una sociedad igualitaria.
La aparición de la industria moderna comportó una organización del trabajo diferente a la del antiguo sistema gremial. Sin embargo, el número de obreros era muy reducido en la primera mitad del S. XIX y la mayoría de ellos se encontraba en la industria catalana. Con el paso del siglo aumentó el número de obreros llegando a unos 500.000 obreros/mineros. Las reglas que regulaban este tipo de trabajo eran similares en las distintas partes: el patrón, propietario de un establecimiento industrial, empleaba a los obreros a cambio de un salario muy escaso, las mujeres y los niños también trabajaban en las fábricas y cobraban salarios muy inferiores a los de los hombres, la jornada laboral era de 12 a 14 horas diarias durante seis días semanales (el domingo se dedicaba para hacer los oficios religiosos) y se cobraba por día trabajado. La más mínima protesta significaba el despido y no existía ninguna protección en caso de paro, enfermedad, accidente o vejez. Los salarios de los obreros apenas daban para comer, las casas eran pequeñas, miserables y situadas en barrios hacinados, carecían de servicios de alumbrado, agua corriente, alcantarillado y empedrado. Las enfermedades infecciosas como la tuberculosis y el cólera se propagaban rápidamente, afectando a una población muy vulnerable por la mala alimentación y el trabajo agotador.
Esta situación supuso el nacimiento del movimiento obrero en nuestro país con su primera expresión en el ludismo (década de 1820): se caracterizaba por manifestaciones espontáneas y violentas con la destrucción de máquinas, el incendio de fábricas, etc. Poco después, se comprenderá que el verdadero problema no son las máquinas sino las condiciones de trabajo, y por ello nacerá el primer embrión de asociacionismo obrero. A partir de entonces, el asociacionismo se extenderá creando Sociedades de Socorro Mutuo o Sociedades Mutualistas en las que un conjunto de obreros se aseguraban una ayuda en caso de desempleo, enfermedad o muerte (la primera: Sociedad de Protección Mutua de los Tejedores de Algodón, 1840). Las huelgas estaban prohibidas pero fueron un instrumentos muy usado por los trabajadores y para ello se crearon las cajas de resistencia que ayudaban a los obreros en huelga (primera huelga general en 1855).
Por otro lado, en el campo andaluz a lo largo de la década de 1840 donde el jornalerismo era mayoritario se produjeron una serie de manifestaciones y ocupaciones de tierras. Este problema se agravó en 1855 con la desamortización de bienes comunales ya que se produjo un auténtico alzamiento campesino sobre el que intervinieron duramente el ejército y la Guardia Civil. A raíz de estas luchas sociales, en las décadas de 1860 y 1870, el bandolerismo se extendió por Andalucía como una respuesta individual y violenta las grandes desigualdades sociales.
Como consecuencia a la situación de los obreros y campesinos de Europa cuya situación era similar a la de sus homólogos españoles antes descrita, se produjo el nacimiento de la Asociación Internacional de Trabajadores (AIT), dentro de la cual se desarrollarían dos corrientes principalmente:
- Los Marxistas: seguidores de la doctrina de Karl Marx (1818-1883) que consideraban que el motor que hace avanzar la historia es la lucha entre las clases opresoras y las oprimidas. Consideraban que el capitalismo ha engendrado, en esta línea, la oposición entre la burguesía y el proletariado. El proyecto político marxista contemplaba la necesidad de que el proletariado, mediante la revolución, conquistase el poder político y económico y crease un nuevo Estado al servicio de los trabajadores (dictadura del proletariado). Esta situación llevaría, a la larga, a la disolución de las clases sociales y a la desaparición del propio Estado (sociedad comunista).
- Los Anarquistas: que era una doctrina de carácter socialista que preconiza la destrucción del Estado, la abolición de la propiedad privada y la implantación de una sociedad sin clases, basada en la libre asociación de sus miembros y en la colectivización de los medios de producción. Los anarquistas rechazaban la acción política y defendían la huelga revolucionaria como medio para lograr sus objetivos. El principal teórico del anarquismo fue Mikhail Bakunin (1814-1876).
A España, tras la revolución Gloriosa (1868) llegará el italiano Giuseppe Fanelli, fundando los primeros núcleos de afiliados a la Internacional y orientándolos hacia las ideas anarquistas de la AIT. El primer congreso de la Federación Regional Española (FRE) de la AIT se celebró en Barcelona en 1870 adoptando definitivamente una línea de actuación anarquista (la huelga como el arma fundamental del proletariado, así como su apoliticismo y la realización de la revolución social por la vía de la acción directa).
Poco después, en 1871 llegó a Madrid Paul Lafargue, yerno de Karl Marx, e impulsó la formación de un grupo de internacionalistas madrileños (entre los que se encuentra Pablo Iglesias) favorables a las posiciones marxistas (vino para reorientar la ideología obrera en España). En 1872 tendrá lugar la primera gran escisión del movimiento obrero en el que se separaran los anarquistas de los marxistas. En España sucedió lo mismo y los marxistas fueron expulsados de la FRE, formando la Nueva Federación Madrileña de carácter netamente marxista.
El internacionalismo tendrá su punto álgido durante la Primera República pero irá perdiendo fuerza con la llegada de la Restauración que los declarará ilegales, obligándoles a organizarse en la clandestinidad.
En 1881 la FRE (bakunista) cambiará su nombre por el de Federación de Trabajadores de la Región Española (FTRE) con el fin de adaptarse a la nueva legalidad que impedía la formación de organizaciones de carácter internacional. Por los desacuerdos dentro de la organización, se formarán grupos autónomos revolucionarios cuyo objetivo será atentar contra los pilares del capitalismo de forma violenta: el Estado, la burguesía y la Iglesia.
De hecho, durante la etapa 1893-1897 se produjo una gran cantidad de actos violentos con la firma anarquista. Dicha violencia fue contraatacada mediante una brutal represión que tuvo su punto álgido en los procesos de Montjuïc en los que se ejecutó a cinco anarquistas. Como reacción a esto nació una nueva tendencia dentro del anarquismo que tendió hacia las organizaciones de carácter sindical (anarcosindicalistas: Solidaridad Obrera (1907) y la CNT (1910).
La Nueva Federación Madrileña de la AIT tuvo una vida efímera. Sin embargo, su desaparición animó a distintos obreros entre los que se hallaba Pablo Iglesias a fundar el Partido Socialista Obrero Español. Este partido se definía como marxista, de orientación netamente obrerista y partidarios de la revolución social. Presentó un programa de reformas que incluía el derecho de asociación, reunión y manifestación, el sufragio universal, la reducción de las horas de trabajo, la prohibición del trabajo infantil y otras medidas de carácter social. El partido creció lentamente y terminó por arraigarse en prácticamente todo el país.
El partido tuvo su primera representación en las Cortes con la elección como diputado de Pablo Iglesias (1910). En la república fue un importante partido, incluso, en los últimos años de esta formará una Coalición junto con comunistas y republicanos con el fin de hacer frente a la derecha cada vez más radical (formaron gobierno en la parte republicana durante la guerra). Tras la guerra será prohibido y con la transición democrática, tras unas etapas en el que el gobierno será centrista, subirá de nuevo al gobierno en el que estará hasta la elección de Aznar (Partido Popular) como presidente. En 2004, retornará al poder manteniéndose hasta la actualidad.
La ideología del PSOE fue evolucionando a lo largo del S. XX acercándose cada vez a posturas más reformistas. Dicha evolución desembocó en el abandono definitivo de las tesis marxistas en el año 1979 (28º Congreso del PSOE). Esta reforma la llevó a cabo el entonces secretario general Felipe González no sin antes superar grandes tensiones y dos congresos, el primero de ellos favorable al mantenimiento del marxismo como línea política. Después de esto y una vez rechazados los principios marxistas, el PSOE decidió unirse a la corriente socialdemócrata muy presente en Europa en el último cuarto del siglo XX.
Con la aceptación de la socialdemocracia se renunciará a la lucha de clases y a la conquista del poder por parte de la clase obrera, propugnándose unas reformas que permitan, mediante la intervención del Estados (sistema fiscal, asistencia social, seguridad social, etc.), la disminución de las desigualdades sociales y la construcción de una sociedad más justa (Estado de Bienestar).
Sin embargo, la evolución ideológica del PSOE no termina aquí ya que el partido se está inclinando aún más hacia la derecha aceptando en su seno una corriente socioliberal que está modificando en grandes aspectos la actuación de los socialistas. El Socioliberalismo defiende una intervención estatal en la economía aunque, comparándola con la Socialdemocracia, de mucha menor intensidad. Pese a seguir considerando como objetivo al Estado del Bienestar, defiende políticas de desregulación (con el fin de permitir un mayor liberalismo económico), descentralización y reducción de impuestos, buscando disminuir lo que se veía como una sobredependencia del estado y al mismo tiempo aumentar el sentido de responsabilidad personal (acercamiento hacia individualismo, postura clara en los partidos liberales). Gran cantidad de expertos han expuesto que la actuación de los distintos gobiernos de izquierdas de la Europa actual (entre ellos el gobierno del PSOE con José Luis Rodríguez Zapatero como secretario general) se debe de considerar como socioliberal y no socialdemócrata.
Términos:
Burguesía: designaba a la población que habitaba en los nuevos Burgos en la época medieval, generalmente mercaderes y artesanos. Bien fuese de forma pacífica o mediante la revuelta, la burguesía medieval acabó por obtener un estatuto especial dentro de la sociedad feudal. Sometidos al derecho propio de cada una de las ciudades, los burgueses disfrutaron de ciertos privilegios (libertad de movimientos, fijación o supresión de determinadas cargas señoriales, facultad de elegir a sus propios regidores municipales, etc.) que los distinguieron del resto de grupos sociales de la época feudal. A partir del siglo XVI, a pesar de que el capitalismo comercial dio unas inmensas posibilidades de desarrollo a la burguesía, esta continuó encorsetada por el modelo estamental de la sociedad del A.R. El triunfo de las revoluciones burguesas trajo consigo el triunfo de la burguesía, que se erigió en indiscutible clase dominante.
Proletariado: clase social constituida por los obreros industriales y los campesinos in tierra. La revolución industrial provocó el empobrecimiento de la clase trabajadora, que se vio sometida a unas condiciones de vida miserables. La conciencia de pertenecer a una clase explotada originó, en el siglo XIX, las ideologías socialistas y el nacimiento del movimiento obrero. Marx atribuyó al proletariado un papel decisivo en la lucha de clases contra la burguesía (dictadura del proletariado).
Poder Político: Clásicamente el poder se conoce como la potencialidad de hacer que un tercero haga o realice lo que se le solicita u ordena. En ese sentido, un órgano tiene poder cuando posee capacidad de coerción para hacer cumplir sus mandatos imperativos. El significado actual en las democracias liberales va ligado a la existencia de una legitimidad democrática, y a la atribución de capacidad dispositiva acorde al criterio de oportunidad política. Así, el concepto se contrapone al poder que se atribuye a la Administración o a los órganos judiciales, pues éstos poseen una voluntad que ha de estar fundada en un texto legal, es decir, poseen una capacidad reglada cuyas decisiones jamás pueden basarse en criterios de oportunidad. Este poder necesita un fortísimo respaldo popular y/o hallarse vinculado a grupos de presión o factores de poder.