Manifiesto revolucionario
 
MANIFIESTO REVOLUCIONARIO

              El texto ante el que nos encontramos, conocido como ¡Viva España con honra!, es una fuente primaria de carácter circunstancial importante para el conocimiento del proceso histórico del Sexenio y de las posiciones ideológicas y políticas de los sublevados. Su contenido es político, ya que se trata de un fragmento de una proclama (acudid a las armas) que sigue al pronunciamiento militar iniciado por Topete en Cádiz y seguido por Prim y Serrano, con el que se inicia la revolución de 1868, que supondrá el fin del reinado de Isabel II.
 
              Es un texto público destinado a la difusión general de los motivos e intenciones del pronunciamiento: concienciar a la población de la necesidad de destronar a Isabel y acabar con el gobierno de Narváez.
 
              El documento se redacta en Cádiz el 19 de septiembre de 1868; sin embargo, será publicado más tarde en la Gaceta de Madrid el 3 de octubre. El texto aparece firmado por una serie de militares progresistas, el colectivo de generales pronunciados. En cambio, el verdadero autor es Abelardo López de Ayala, célebre dramaturgo liberal que ocupó el Ministerio de Ultramar con Serrano, bajo el reinado de Amadeo de Saboya y durante la Restauración. Además fue presidente del Congreso y académico de la lengua.
             
              Entre los militares firmantes de la proclama nos encontramos con Juan Prim, Francisco Serrano y Juan Topete, todos ellos destacados protagonistas de la “Gloriosa” y en especial Prim, inspirador de la misma. Este tras el bienio progresista (54-56) se integró en la Unión Liberal de O’Donell y en la última etapa de Isabel II conspiró contra el gobierno moderado pues es él quien promueve en Pacto de Ostende(1866) e inició junto a Topete el golpe de 1868, al que se unen el resto de los generales firmantes. El más importante es Serrano, presidente de los unionistas, que había colaborado con el gobierno de Isabel II muy a menudo. Ya en el sexenio demócratico también fue Prim quien propuso a Amadeo de Saboya como rey.
 
              El texto queda dividido en tres partes:
              -La primera recoge los objetivos del pronunciamiento: derrocar a la reina Isabel II, objetivo que aparece expresado en el primer párrafo cuando los sublevados, en nombre de la Nación a la que afirman representar para que recupere su soberanía, “(…) niega su obediencia al gobierno que reside en Madrid (…)”.crear una nueva legalidad común que tenga el respeto de todos y crear un gobierno provisional representativo de todas las fuerzas del país.
              -La segunda enumera los apoyos que teóricamente han conseguido los golpistas.
              -En la tercera, se hace, como corresponde a una proclama, un llamamiento a toda la Nación para que apoye el pronunciamiento.
 
             
              Las causas de la revolución de 1868, que puso fin al reinado de Isabel II, se remontan a los cinco años anteriores y son múltiples.
              El país era gobernado por el General Narváez, miembro de la Unión Liberal (partido de centro que agrupaba a los miembros más moderados de los progresistas y a los más progresistas de la sección moderada). Bajo su mandato, el país atraviesa una serie de crisis que se acentúan a partir de 1863 y dejan al gobierno unionista gravemente tocado y con los días contados:
              En el ámbito político, hacia 1868 casi nadie defiende la causa de Isabel II quien, a pesar de haber sido muy querida en la primera etapa de su reinado desde su coronación en 1843, cayó en el mayor desprestigio por sus escándalos y amoríos a partir de bienio progresista. A su imagen de reina alocada y caprichosa que le dieron las personas que integraban su Corte (militares, clérigos…) se añade que la reina se había ido apoyando alternativamente en los gobiernos de conservadores de los generales O’Donell y Narváez, cuya única política consistía en el mantenimiento del orden y del sistema oligárquico asentado en la Constitución de 1845. Este monopolio de los moderados, gracias al poder moderador de la Corona y el caciquismo, supondrá la exclusión del resto de los partidos y, por tanto, el descontento y la oposición de los demócratas, republicanos y progresistas.
              A la crisis política se suma la económica (a partir de 1864), motivada por la crisis de la industria textil catalana (la Guerra de Secesión norteamericana priva a España de materias primas), la de la construcción del ferrocarril, el hundimiento de las Bolsas, la bancarrota efectiva de la hacienda pública y una crisis de subsistencia, caracterizada por la escasez y la carestía de los alimentos básicos.
 
              [La consecuencia de esta situación fue el descontento generalizado tanto de los grupos dirigentes (burguesía industrial y financiera y oligarquía terrateniente), como de los militares (que tiene su origen en el fusilamiento de los oficiales sublevados del Cuartel de San Gil 1866), como de la población trabajadora; sin olvidarnos de la burguesía intelectual y los estudiantes (fruto de la expulsión de Castelar, que se traduce en varios muertos y cientos de heridos en la matanza de la noche de San Daniel y que supone la sustitución de Narváez por O’Donell.]
 
              Todas estas crisis dieron lugar a la “Gloriosa Revolución” en 1868, iniciada en Cádiz. Dos años antes, en 1866, el general progresista Prim, llegó a un acuerdo con demócratas y republicanos en el exilio para conspirar contra la monarquía de Isabel, al que, tras la muerte de O’ Donell y ya bajo el liderazgo de Serrano, se unirían también los unionistas para firmar el Pacto de Ostende. En este pacto, se acordó realizar un pronunciamiento militar iniciado el 17 de septiembre en Cádiz, bajo la dirección del almirante Topete, al que se unirían después el resto de los generales firmanetes. La derrota en Alcolea el 28 de septiembre de las tropas gubernamentales a manos de los sublevados dirigidos por Serrano unida a la formación de Juntas por toda Andalucía y Madrid, obligó a Isabel II, a exiliarse a Francia.
 
              El método del pronunciamiento es una opción a la que se recurría con bastante asiduidad en España para manifestar el deseo de un cambio de régimen. Pueden enumerarse varios ejemplos como el pronuciamiento militar del coronel Riego en 1820 que acabaría con el sexenio absolutista de Fernando VII o la llamada “Vicalvarada” (1854), un levantamiento militar moderado dirigido por O’Donell que serviría para insturar el bienio progresista. Por tanto, se recurría de nuevo al pronunciamiento, siendo iniciado este en Cádiz, por el valor simbólico que para los progresistas tenía dicha ciudad, cuna de las revoluciones liberares en España y de la Constitución de 1812.
 
              La Gloriosa no fue una revolución popular sino uno más de los pronunciamientos militares de la época, que se ganó el apoyo popular al recoger el programa de los sublevados las principales reivindicaciones populares. Los partidos establecieron Juntas locales y provinciales, entregaron armas a la población y organizaron a los “Voluntarios de la libertad”. Las exigencias políticas y sociales de las Juntas que fueron surgiendo en las ciudades (supresión del impuesto de los consumos, supresión de las quintas o levas obligatorias) transformaron este pronunciamiento progresista en una revolución democrática, que como ya hemos dicho, fuerza el exilio de la reina.
 
              En el fragmento de la proclama que se presenta para comentar se exponen, en primer lugar, los objetivos de los militares sublevados, que se cumplen al menos inicialmente. Tras derrocar a Isabel II, la necesidad que proclama el texto de constituir un nuevo gobierno que sustituya al anterior y que represente a todas las fuerzas vivas del país (acordada ya en el Pacto de Ostende), se realiza el 8 de Octubre de 1868 con la constitución de un gobierno provisional compuesto por figuras desatacadas de las distintas corrientes de la revolución. Las primeras medidas de este gobierno, presidido por Serrano, con Prim en el ministerio de la guerra y Sagasta en gobernación, consistieron en pedir la disolución de las Juntas locales, en reclamar a los voluntarios de la libertad la devolución de las armas y en exigir a los gobernadores que se mantuvieran firmes ante los enemigos de la libertad para garantizar el orden social ahora consolidado. Rápidamente se dictaron instrucciones para designar nuevos Ayuntamientos y Diputaciones, que sustituyeran a los poderes revolucionarios y aseguraran el poder político del país. La Junta revolucionaria de Madrid procedió a autodisolverse e invitó a las demás a hacer lo mismo, acabando todas ellas por entregar el control al gobierno.
 
              El segundo objetivo que recoge el texto, la necesidad de una nueva legitimidad “Queremos que una legalidad común por todos creada tenga implícito y constante el respeto de todos”, será una de las primeras y más importantes medidas que tomó este gobierno: la convocatoria a cortes constituyentes elegidas por sufragio universal masculino de mayores de 25 años en enero de 1869, cuyo fin será elaborar una nueva constitución democrática, fruto del voto del pueblo. El principio ideológico que satisface es el de la soberanía nacional, una expresión propia del sistema democrático, según el cual la voluntad nacional es la única fuente legítima del poder. El resultado de estas cortes constituyentes es la Constitución de 1869, el primer texto constitucional de carácter democrático que opta como sistema político por una monarquía democrática con división plena de poderes (el rey reina pero no gobierna). El poder ejecutivo correspondería a los ministros designados por el rey, el legislativo casi en su totalidad a las Cortes y el judicial a los jueces que acceden a su cargo mediante oposiciones. Contiene además un amplio reconocimiento de libertades y derechos y reconoce la autonomía provincial y municipal. Se produce por tanto, un gran avance con respecto a las Constituciones anteriores, 1812,1837, 1845, sobre todo en lo que se refiere a la división de poderes.
             
              En el texto, se pide también, con respecto a la nueva constitución, que el encargado de observarla “no sea su enemigo irreconciliable”, haciendo clara alusión a Isabel II, que lejos de mantenerse neutral y limitarse a adoptar el papel de moderador entre las distintas instituciones, siempre se inclinó del lado de los moderados, excluyendo al resto de los partidos de la posibilidad de gobernar. Se afirma además, la necesidad de establecer el régimen bajo las “bases de la moralidad y el derecho”, mención a la manipulación electoral utilizada por los moderados como forma de monopolizar el poder, circunstancias que los sublevados pretender cambiar.
 
              El texto recoge los apoyos con los que contaba el pronunciamiento: además de los apoyos políticos, se enumeran también apoyos sociales y militares, e incluso el de la propia Iglesia; todos ellos apoyos que se fueron sumando al movimiento revolucionario debido a las distintas crisis acaecidas durante el reinado de Isabel II, antes explicadas.
 
              En consecuencia con los argumentos que se exponen en él, el texto se cierra con la petición de que se acuda a las armas, pero con la “solemne serenidad con que la justicia empuña su espada” y concluye “¡Viva España con honra!”. Estas últimas frases hacen ver que la causa por la que iban a luchar era justa y proclaman una España honrosa, ya que ante la situación en que se encontraba el país, los pronunciantes consideraban necesario un cambio de régimen. La respuesta del pueblo fue, como hemos dicho antes la formación, de juntas provinciales y locales, dirigidas por demócratas y republicanos que hicieron posible la consecución de los objetivos de los pronunciantes.
 
              La revolución de 1868 mostró, al igual que la europea de 1848, la alianza entre las clases populares y la burguesía más avanzada para alcanzar la democratización política y la mejoras de las condiciones de vida de las clases populares.
 
              Como conclusión, es preciso mencionar que este texto, que se redactó con el fin de captar apoyos en el objetivo de los pronunciantes de forzar un cambio de régimen, resultó clave en dicho proceso. La “Gloriosa” tuvo como resultado la caída del régimen de Isabel II y la consolidación de un régimen democrático plasmado en una breve regencia del coronel Serrano, el breve mandato del rey Amadeo de Saboya y la proclamación de la Primera República. Tras este Sexenio Democrático (1868-1874), se volvió a un régimen muy moderado, la Restauración, por lo que los esfuerzos y luchas de esos seis años no obtuvieron su recompensa.
 
 
 
   
 
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